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Bienvenidxs al Blog creado en honor a la libertad de expresión! Quienes lo ideamos formamos parte del plantel docente de la Cátedra 2 de la materia que lleva su mismo nombre y que se dicta en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Univ. Nacional de La Plata. También integramos el Instituto académico de igual nombre en el Colegio de Abogados de La Plata, Pcia Bs.As. Argentina
Internet es la revolución de la comunicación ya que por su intermedio todo ser humano puede ejercer el derecho de recibir, difundir e investigar información e ideas consagrado en el art. 13 del Pacto de San José de Costa Rica. Su característica principal es que no existen los límites geográficos ni exigencia de cumplimiento de recaudo alguno de parte de una autoridad gubernamental .
Por eso nuestro objetivo es poder ejercer este derecho humano en el tratamiento de temas relacionados con los aspectos y controversias jurídicos - comunicacionales que surgen a raíz de la actividad de todos los medios técnicos que al día de hoy sirven como herramientas de comunicación.
Siéntanse libres de acercarnos sus opiniones, ideas o informaciones sobre la temática propuesta. Muchas Gracias

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jueves, 10 de abril de 2008

Libertad de expresión. Helen Darbishire

Libertad de expresión, libertad primordial.
Por Helen Darbishire*

Artículo publicado en “El Correo de la UNESCO”. Marzo 1994. Año XLVII. Pág. 18 a 22.



Un derecho imprescindible para el ejercicio y la protección de las demás libertades.


Ya entre los antiguos, especialmente los griegos y los romanos de los primeros tiempos republicanos, pueden encontrarse frases antológicas en defensa de la libertad de expresión. Por ejemplo, Demóstenes afirmaba que no podía caer sobre un pueblo peor desgracia que la “privación de la libertad de palabra”. Pero no está demostrado que ni siquiera en las épocas más liberales de la historia griega alguien pudiera expresar sus opiniones verbalmente o por escrito con impunidad. Platón nos cuenta cómo los atenienses amantes de la libertad castigaron a Sócrates por el crimen de hacer declaraciones subversivas. Y el mismo Platón era un defensor de la censura. Suyas son estas palabras: “El poeta no debe componer nada contrario a las ideas de lo legal, lo justo, lo bello o lo bueno admitidas en el Estado. Ni se ha de permitir que muestre sus composiciones a ningún particular antes de que las haya presentado al censor y a los guardianes de la ley y de que éstos se muestren satisfechos”.
Son muchas las sociedades que han reconocido el carácter fundamental de la libertad de expresión. Por ejemplo, en una ley de la estepa kazaka del siglo XV se declara que a un hombre se le puede rebanar la cabeza pero no cortarle la lengua. Quizá no esté muy lejos de esa manera de pensar la apasionada frase del panfletista inglés que en 1721 afirmaba que “allí donde un hombre no puede considerar propia su lengua, difícilmente podrá considerar nada propio”.
Pero solía estimarse que la censura, lejos de oponerse a la libertad de expresión, constituía un aspecto inseparable de ella. Maquiavelo resumía muy bien las actitudes del Renacimiento cuando matizaba el derecho de todo hombre a “pensar todas las cosas, decir todas las cosas, escribir todas las cosas”, añadiendo que de ellas se debía hablar a los Príncipes con “reserva y respeto”. Y hasta Milton, que en 1644 pedía solemnemente en su Areopagítica “dadme la libertad de conocer, de expresarme y de razonar libremente según mi conciencia, por encima de todas las libertades”, llegó a ser censor oficial bajo Cromwell.
Habrá que esperar el siglo XVIII para que empiece a afianzarse, con la Ilustración, la noción de tolerancia, basada en la idea de que la verdad absoluta no existe. De ahí nació esa fe en la libertad que encarna admirablemente la famosa frase de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que usted dice pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”.
Los cambios constitucionales que introducen en la sociedad nuevas ideas de libertad personal son a menudo secuelas de rupturas históricas, como guerras civiles o revoluciones. En 1688, el año de la “Revolución gloriosa”, el Parlamento británico promulgaba una “Ley de Derechos”, iniciándose así un proceso que iba a culminar a fines del siglo XVIII con la rebelión de las colonias inglesas de América y con la Revolución Francesa. En ambos casos los revolucionarios consideraron necesario y digno exaltar los valores que les habían inspirado en su lucha contra su respectivo antiguo régimen, incorporándolos en uno o más textos fundamentales: la Declaración de Independencia y la Ley de Derechos en América del Norte y la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en Francia.
Esos textos daban fe de una importante evolución de la filosofía política al formular principios que hoy podemos reconocer como propios de la legislación moderna sobre derechos humanos. Los derechos, entre ellos el de expresión, eran considerados como libertades y, por consiguiente, no se hallaban sometidos a los reglamentos ni a la intervención del Estado, sea con motivo de la aplicación de la ley o en otra forma cualquiera. Muchas constituciones posteriores se basaron en esos principios.

El papel de la tecnología

La lucha por la libertad de expresión e información, a la inversa de la empeñada por otros derechos, ha estado estrechamente ligada a las innovaciones tecnológicas, así como a la evolución cultural. Ahora bien esas innovaciones a menudo dieron lugar a la censura, pero han sido también un factor de progreso de la causa de la libertad. La invención de la imprenta por el alemán Johan Gutenberg en 1440 trajo inmediatamente consigo limitaciones a la difusión de las ideas por escrito. En el mundo de habla inglesa sólo alrededor de 1700 se impuso la idea del derecho de imprimir, la libertad de prensa, y los editores de periódicos tuvieron que luchar durante un siglo todavía para que se les reconociera el derecho de criticar.
A mediados del siglo XIX se inició una segunda revolución de las comunicaciones con la electrificación de éstas y la invención del telégrafo. Ambos fenómenos contribuyeron en gran medida a incrementar la circulación de la información y, en pocos años, trajeron consigo la creación de las primeras agencias de noticias (la Associated Press en Estados Unidos). Esta revolución ha continuado durante el siglo XX con la propagación de la radio y la televisión, los sistemas de reproducción en fascsímil, las computadoras y los satélites. Gracias a la transmisión por ondas hertzianas y por líneas telefónicas, disfrutamos hoy de una libertad mucho mayor que antes para enviar y recibir ideas e informaciones. Pero al mismo tiempo han aumentado las posibilidades de ejercer un control y una manipulación sutilmente perfeccionados de la información.
El dominio de los medios de información con fines de propaganda belicista y racista fue un rasgo sobresaliente del genocidio, como de otras violaciones de los derechos humanos durante la Segunda Guerra Mundial. Terminada ésta, los países que participaron en la fundación de las Naciones Unidas reconocieron la libertad de expresión como uno de los valores democráticos fundamentales indispensables para la coexistencia pacífica entre las naciones. Fue así como esa libertad obtuvo el más alto reconocimiento en la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 al ser incluida en su preámbulo como una de las cuatro libertades esenciales a fin de que “los seres humanos, liberados del temor y de la miseria, disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias”. También se reconoce en el artículo 19 de la Declaración que reza: “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye en de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión”.

El de expresión, indivisible de los demás derechos
La libertad de expresión es un derecho fundamental indivisible de los demás derechos. Dicho de otro modo, es un derecho necesario para el ejercicio y la protección de los demás. Sin la libertad de expresión y sin posibilidad de acceso a la información no se puede participar en el debate nacional sobre la política económica del gobierno ni obtener la información imprescindible para proteger la propia salud; sin libertad de palabra es imposible pronunciarse abiertamente contra violaciones de derechos fundamentales como la tortura, las desapariciones o las ejecuciones extrajudiciales.

Llevada a su máxima expresión, la censura amenaza el derecho a la vida. A veces se trata de una amenaza directa, como cuando se recurre al asesinato contra quienes expresan sus opiniones. Pero hay otras muchas formas en que la censura puede matar. Se cuentan por millones los muertos de inanición cuyo triste fin puede relacionarse con la ocultación deliberada de información. Los hambrientos, privados de voz por culpa de un gobierno represivo, no tienen posibilidad de proclamar a la faz de la tierra su situación; y la comunidad internacional, carente de información, no puede reaccionar ante esa situación a tiempo para salvarles la vida. En cambio, en aquellos países donde una prensa relativamente libre aborda la cuestión del déficit de alimentos, no se han producido en los últimos años grandes hambrunas.

La censura pone también en peligro el derecho a la salud. Hay países donde los gobiernos al restringir la información relativa al SIDA, a otras enfermedades de transmisión sexual y a los beneficios del preservativo están contribuyendo a la expansión de la enfermedad y a la muerte prematura de millones de seres humanos.

También la protección del medio ambiente depende de la libertad de información y de expresión. Sin información sobre los daños causados al entorno, como el grado de agotamiento de las selvas húmedas o los depósitos de residuos tóxicos, es imposible organizar campañas eficaces en defensa de nuestro patrimonio natural. A los ecologistas que protestan se les suele silenciar y censurar y a veces hasta se les asesina.

Hoy se reconoce que el respeto de los derechos civiles y políticos es un factor esencial del desarrollo sostenible y del progreso de los derechos económicos, sociales y culturales. La idea formulada por algunos gobiernos de que la libertad de expresión es un lujo que sólo puede concederse en los países desarrollados no es más que un simple pretexto para conservar el poder y oponerse a la instauración de un verdadero régimen democrático. Pero ese reconocimiento tiene todavía que traducirse en un apoyo real al mejoramiento de los sistemas de información, ya que actualmente los presupuestos dedicados a la ayuda al desarrollo por los países industrializados asignan tan sólo el 0, 4 por ciento a la información y la comunicación.

Un derecho universal

La libertad de expresión es un derecho universal. Esa universalidad se ve a menudo socavada por aquellos países cuyo sistema de gobierno se basa en una determinada religión o ideología o que prefieren gobernar sin tener en consideración la voluntad del pueblo. En esos países el primer derecho que se conculca suele ser la libertad de palabra, sobre todo de aquellas personas cuya opinión va contra la ideología dominante.

Indivisible, universal y fundamental, la libertad de expresión no es de todos modos un derecho absoluto. A la inversa del derecho a no ser sometido a tortura, ejecución sumaria o detención prolongada arbitraria, el derecho a la libre expresión puede estar sujeto a limitaciones en determinadas circunstancias expresamente definidas. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos declara que la libertad de opinión es absoluta y no puede ser objeto de injerencias, pero la libertad de expresión y de información “entraña deberes y responsabilidades especiales. Por consiguiente, puede estar sujeta a ciertas restricciones, que deberán, sin embargo, estar expresamente fijadas por la ley y ser necesarias para:
a) asegurar el respeto a los derechos o a la reputación de los demás;
b) la protección de la seguridad nacional, el orden público o la salud o la moral públicas”.

Estas restricciones pueden parecer pertinentes, pero, como se indica en un informe publicado en 1992 por las Naciones Unidas sobre la libertad de opinión y de expresión: “La historia enseña que las restricciones tienden por desgracia a ir más allá de los límites dentro de los que fueron concebidas inicialmente”. La tarea de defender a los individuos contra los gobiernos que no respetan esos límites o que escarnecen totalmente el derecho internacional incumbe en gran parte a las organizaciones no gubernamentales (ONG).

En 1986 se creó una nueva ONG cuya misión era defender a las víctimas de la censura y promover la libertad de expresión. El Centro Internacional contra la Censura, que toma su nombre del correspondiente artículo de la Declaración Universal, el 19, se esfuerza por oponerse tanto a la práctica de la censura como a las leyes que permiten imponerla. Es posible hacer campaña por la liberación de un individuo o por el levantamiento de la prohibición de un periódico, pero el peligro de censura se mantendrá mientras sigan vigentes las leyes que autorizan tales acciones.

Nuevas tendencias de la censura

Para luchar en pro de la libertad de expresión hay que tener presentes las nuevas formas de censura y las nuevas tendencias de la acción represiva de ciertos gobiernos. Así, recientemente, ante las presiones internacionales, algunos países del Sur se han visto obligados a instaurar sistemas pluripartidistas y a acatar el imperio de la ley. Pero, el hecho de que recurran cada vez más al derecho penal para limitar la libertad de expresión, por ejemplo, acusando de sedición a periodistas y políticos de la oposición, es clara muestra de la falta de voluntad de la mayoría de esos regímenes de implantar una auténtica democracia en sus países. Junto a ello, se recurre a menudo a medidas extraoficiales, como el empleo de escuadrones de choque para atacar e intimidar a los adversarios del régimen.

Otro fenómeno que plantea complejos problemas a las organizaciones que luchan contra la censura es la constante expansión de corrientes fundamentalistas o integristas en numerosas religiones. La amenaza que ello entraña para la libertad de expresión se manifiesta en numerosos ámbitos, desde la manifestación de opiniones políticas hasta los derechos de la mujer, entre ellos el tener acceso a ciertos empleos, participar en la vida cultural y política de la sociedad y vestirse como les parezca. Pero esta amenaza no justifica en ningún modo el empleo de la censura en nombre de la lucha contra el fundamentalismo.
El acopio de información sobre los abusos contra la libertad de expresión se ha facilitado mucho con la creación en 1992 de una red electrónica que une a los grupos que la defienden en todo el mundo. El Intercambio Internacional sobre la Libertad de Expresión (IFEX), con base en Toronto (Canadá), utiliza la transmisión electrónica para difundir información sobre los casos de censura, a menudo a pocas horas de producirse, lo que permite organizar una protesta rápida y coordinada. El IFEX es un claro ejemplo de cómo puede utilizarse la tecnología de la información para luchar eficazmente contra la censura.

Dos decisiones recientes muestran que hay una conciencia cada vez más aguda de la importancia del derecho a la libertad de expresión. Las Naciones Unidas han nombrado en 1993 un relator especial sobre la libertad de expresión entre cuyas atribuciones se incluye la de recibir denuncias de violación de ese derecho formuladas por individuos y por ONG y transmitirlas a los gobiernos interesados. Y, por último, han declarado el 3 de mayo Día Mundial de la Libertad de Expresión.



LA COMUNIDAD DE LA LIBERTAD

“Es la libertad de expresión la que garantiza los derechos del individuo, de las minorías, de las colectividades y de la comunidad. Afirmar que la libertad de expresión es un lujo de Occidente es una ofensa a las históricas luchas de individuos y comunidades de todo el mundo por alcanzar la dignidad y el bienestar de sus pueblos, la realización de las aspiraciones sociales, la igualdad de oportunidades, el reparto equitativo de los recursos y el acceso a la vivienda, la alimentación y la salud. Afirmaciones como ésa representan un intento de disminuirnos como seres humanos, de reducirnos a una existencia marginal incluso dentro de nuestras comunidades y constituyen un voto favorable al partido del Poder contra la comunidad de la Libertad”.
Wole Soyinka
Escritor nigeriano,
Premio Nobel de Literatura.





La UNESCO y la defensa de la libertad de expresión

La UNESCO ha participado en diversos programas a favor de la expansión de los sistemas de comunicación en los países en desarrollo.
Así, la UNESCO organizó en 1991 una conferencia en Namibia a la que asistieron periodistas de todo el continente para examinar las bases jurídicas y las condiciones económicas que requiere una prensa independiente y pluralista. La “Declaración de Windhoek”, adoptada por la conferencia, se ha convertido rápidamente en un modelo que permite identificar las necesidades de los medios de información en los países en desarrollo.
En 1992 se celebró una nueva conferencia en Kazajstán en la que participaron periodistas de la prensa escrita y audiovisual de toda Asia, desde Turquía hasta Fiji. La “Declaración de Alma Ata” hizo suyos los principios de la de Windhoek, reafirmando la idea de que la creación de medios de expresión libres e independientes es vital para la construcción de la democracia.
Las Naciones Unidas han declarado el 3 de mayo –aniversario de la Declaración de Windhoek- Día Mundial de la Libertad de Prensa, que todos los años vendrá a recordar el papel esencial que los medios de información desempeñan en el fomento y la protección de los derechos humanos.

* Helen Darbishire, británica, trabaja en ARTICULO 19, Centro Internacional contra la Censura, con sede en Londres. Es responsable de la concepción y realización de las campañas nacionales e internacionales contra las violaciones del derecho a la libertad de expresión.

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